LA CORTE DE LOS MILAGROS

Sí a la reelección de legisladores, pero con candados

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¿Conviene o no la reelección de legisladores planteada por el PAN en su proyecto de Reforma Política Electoral?

Mi respuesta es que sí, pero con ciertos candados legales que cancelen a las burocracias partidistas la posibilidad de perpetuarse en la Cámara de Diputados y de Senadores por la vía de la representación proporcional.

Si la intención —al menos argumentativa— de la reelección es dejar en manos de los ciudadanos el futuro de los parlamentarios, en función de su desempeño, y propiciar que éstos atiendan de manera prioritaria las demandas de sus electores, entonces no hay por qué abrir esta puerta a los legisladores plurinominales.

Es más: creo que la Reforma Electoral que se discute debería plantear —algo que es un clamor— la reducción del número de diputados y senadores de representación proporcional, considerando que el principio que dio origen a este sistema en México, en los años setenta —la representación de las minorías frente a la sobrerrepresentación del PRI como partido hegemónico o dominante—, ya no se justifica.

Este sistema más bien se ha pervertido. Dejó de ser un mecanismo de compensación del sistema de mayoría simple para convertirse en un incentivo perverso de las burocracias partidistas, que llevan mano en la integración de las listas de cada una de las cinco circunscripciones electorales en que se divide el país.

Lo más conveniente sería conservar el sistema mixto de representación, pero con algunos ajustes que estimulen la competencia y la participación electoral.

¿Cómo?

Por principio de cuentas, descartando la reelección de los 200 diputados de representación proporcional y desapareciendo los 32 senadores plurinominales y los 32 de primera minoría.

En lugar de que haya 40 diputados de representación proporcional por cada una de las cinco circunscripciones, sólo habría 20 y serían aquellos que hubiesen quedado en segundo lugar en los distritos por los cuales fueron postulados, y que tuvieran la menor diferencia de votos porcentualmente respecto a los candidatos ganadores.

De esta manera, se reduciría el número de diputados plurinominales de 200 a 100, y el número de legisladores en la Cámara Baja de 500 a 400, lo que implicaría ahorros presupuestales hasta por una quinta parte. Además de que se alentaría la competencia electoral y se reducirían los porcentajes de abstencionismo, pues ahora todos los candidatos buscarían el voto de los electores, más que el favor o premio de sus cúpulas partidistas.

Con los senadores el mecanismo sería diferente. De entrada habría que desaparecer la figura de los senadores de representación proporcional y eliminar los llamados senadores de primera minoría, que equivalen a la mitad de los 128 miembros que integran la Cámara Alta.

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El Senado tendría que volver a su origen: dos legisladores por entidad federativa. Para ello habría que acabar con el sistema de fórmulas que hoy prevalece. En lo sucesivo, cada partido tendría derecho a proponer a dos candidatos y los elegidos serían aquellos que obtuvieran el mayor número de sufragios de los electores de sus estados.

De esta forma los electores no votarían por un partido o por fórmulas, sino por los mejores candidatos, independientemente de qué partido o coalición los hubiera nominado.

La reelección de legisladores me parece acertada, sobre todo si se busca que éstos rindan cuentas y respondan a sus electores. Sin embargo, creo que si esta posibilidad se extiende a los diputados y senadores de representación proporcional, la Reforma Electoral sólo beneficiará a las burocracias partidistas y no a los ciudadanos.

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