LA CORTE DE LOS MILAGROS

El desafío de Enrique Peña Nieto

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Lo peor que a México le podría ocurrir el día de las elecciones es que por la noche no haya certidumbre sobre qué candidato presidencial es el triunfador. El reto para Enrique Peña Nieto y los priístas ya no sólo es ganar el 1 de julio, sino hacerlo de manera convincente e incuestionable, sin albazos ni madruguetes televisivos.

Si el candidato del PRI a la Presidencia quiere librarse de la sombra del fraude y no verse en los zapatos de Carlos Salinas de Gortari en 1988 o Felipe Calderón Hinojosa en 2006, está obligado a refrendar en las urnas la ventaja que le otorgan la mayoría de las encuestas, sin ápice de sospecha.

Y eso implica que no sólo debe obtener un triunfo contundente —que no es lo mismo que generalizado en la mayoría de las 32 entidades federativas—, sino cuidar la elección de principio a fin para evitar que operadores suyos, aliados electorales u oportunistas ajenos a su partido echen mano de prácticas ilegales que ensucien el proceso.

Si bien hoy es prácticamente imposible cometer un fraude generalizado debido a los candados legales y salvaguardas incorporados al sistema electoral para blindar los votos y la documentación comicial, tampoco es descabellado que en algunas secciones ciertos actores políticos caigan en la tentación de darle una ayudadita a Peña Nieto.

Y entre esos actores hay que incluir, por supuesto, profesores y líderes del SNTE con especialidad en alquimia electoral; gobernadores del PRI e incluso del PAN afanosos por quedar bien o reacomodarse; y candidatos y operadores de su propio partido que, ante la posibilidad de perder en las urnas, busquen escamotear la voluntad popular con fraudes a pequeña escala.

Por lo que han mostrado las encuestas, el ánimo de los electores no es el mismo en todo el país. En el norte, la mayor intención de voto favorece al priísta, pero en el centro de la república mexicana y en algunas entidades del sureste, las preferencias están con el candidato de la coalición de izquierda.

Otro factor a considerar es que, a 10 días de las elecciones, el porcentaje de aquellos que no declaran preferencia o se mantienen supuestamente indecisos es todavía muy alto, en niveles que fluctúan entre el 18 y el 22%, y una buena parte de éstos en realidad son simpatizantes ocultos de López Obrador.

Esta situación se replica en los estados, a nivel distrital y municipal. En la entidad poblana, por ejemplo, la elección es de tercios casi iguales entre los candidatos de la coalición de izquierda, de la alianza PRI-PVEM y del PAN.

En el norte y sur del estado de Puebla, con excepción de Huauchinango y Atlixco, los priístas llevan ventaja; mientras en la zona metropolitana de Puebla, Peña Nieto y los candidatos de su partido a senadores y diputados van en tercer lugar, superados por López Obrador y Vázquez Mota.

El repunte que logró el candidato de la coalición de izquierda después del primer debate presidencial y la irrupción en el escenario político y electoral del movimiento juvenil #YoSoy132 se estancó la semana pasada. La panista Josefina Vázquez Mota dejó de caer y en algunas regiones hasta recuperó puntos, lo que alguna manera frenó o contuvo el crecimiento de López Obrador.

Bajo este escenario creo que, salvo sorpresa de última hora, Peña Nieto será quien gane las elecciones presidenciales, pero no por una diferencia de dos dígitos, como lo pronostican la mayoría de las encuestas, sino por un margen menor de diez puntos y mayor de cinco.

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Simón dice:

«Tras un recuento electoral, sólo importa quién es el ganador. Todos los demás son perdedores.»

Winston Churchill (1874-1965) Político británico.

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