LA CORTE DE LOS MILAGROS

Pacto por México: enfermito y en clara agonía

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Al ponerle un plazo de 120 días al Congreso de la Unión para aprobar las reformas impulsadas por su gobierno, el presidente Enrique Peña Nieto también firmó —quizás sin proponérselo— el acta de defunción del Pacto por México.

Sobre todo cuando en su mensaje de ayer, desde la residencia oficial de Los Pinos con motivo de su primer informe de labores, asentó: “las minorías deben respetar la democracia”, en clara alusión a los opositores de la reforma educativa que, bajo las siglas de la CNTE, tienen sitiada la Ciudad de México y acorralado a su gobierno.

Si para la reforma educativa y sus tres leyes secundarias, los diputados, senadores y dirigentes de los partidos representados en el Pacto por México han requerido más de ocho meses, ¿qué le hace pensar al presidente Peña que en cuatro meses saldrán las reformas energética, hacendaria, financiera y político-electoral, además de las leyes reglamentarias en telecomunicaciones y competitividad económica?

Su exhorto a que “durante las siguientes semanas —o 120 días—debemos poner lo mejor de nuestra parte para construir un amplio consenso político y social que las haga realidad” hay que leerlo más bien como una advertencia de que, si las reformas no se aprueban a finales de año, su gobierno “usará todos los instrumentos del Estado democrático” para sacarlas adelante.

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O que, si siguen atoradas por culpa de la oposición, su administración desechará la ruta del consenso y el acuerdo que alentó con el PAN y el PRD para echar mano de su mayoría y de sus aliados parlamentarios, así como de las facultades constitucionales y metaconstitucionales del presidente de la República, en los primeros meses del año entrante.

Eso, en otras palabras, significa que el Pacto por México como foro de análisis y discusión e instrumento de negociación y cabildeo cupular de la partidocracia mexicana, por encima de las cámaras de senadores y diputados, se habrá agotado.

Pero también que el camino por recorrer para Peña Nieto, durante los cinco años que le restan, será aún más complicado, pues no sólo habrá perdido un año valioso sino también el impulso de la fuerza motivacional que mostró al rendir protesta y el voto de confianza de quienes lo eligieron y creyeron en él como un político eficaz y de resultados que, a diferencia de sus antecesores panistas, sabía qué hacer y cómo hacerlo.

La realidad y sus pobres resultados, al llegar a su primer informe de gobierno, nos hablan de un presidente distinto al construido por sus publicistas en la televisión.

¿O me equivoco?

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