LA CORTE DE LOS MILAGROS

Sí a la reforma energética, pero sin publicidad engañosa y mitos patrioteros

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Con la aclaración de que no soy especialista en el tema, pero convencido de que México necesita una reforma energética, que sirva como palanca de desarrollo a la industria petrolera y a la industria eléctrica, me permito hacer las siguientes recomendaciones a los legisladores y actores políticos que tendrán bajo su responsabilidad su aprobación.

La primera sería no centrar el debate en dogmas nacionalistas, patrioteros e ideológicos sobre el Estado incapaz, corrupto e ineficiente, o en mitos acerca de la Empresa Privada nacional y extranjera y sus afanes de lucro y ganancias desmedidas, pero tampoco en discursos propagandísticos sobre el visionario Tata Cárdenas y los grandes beneficios que casi en automático tendríamos los mexicanos si la iniciativa presidencial se aprueba tal como se envió.

Por desgracia esto es lo que leo en la prensa, escucho en la radio y veo en la televisión con sus honrosas excepciones. En las cifras y casos de éxito o fracaso que uno u otro bando manejan en torno a la reforma energética percibo más un manejo publicitario y de marketing, que un afán de razonar, ponderar y debatir cuestiones técnicas, económicas y financieras a partir de nuestras reservas probadas, probables y posibles (que no son lo mismo), pero también considerando que la situación política, social y sindical de México dista —y a veces mucho— de los países que son tomados como referencia para una reforma como la que se discute.

Algo que en principio me parece lamentable es que ninguna de las tres propuestas que hasta el momento se han presentado por parte del Presidente Peña Nieto y el PRI, el PAN y el PRD, se haya hecho acompañar de un diagnóstico técnico-científico, basado en proyecciones comprobadas y comprobables de las fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas de las ramas industriales y sectores involucrados en la reforma energética, y que cuenten con el aval de instituciones o especialistas reconocidos nacional e internacionalmente en la materia.

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No basta que el presidente Peña Nieto nos prometa que si se aprueba su iniciativa, la luz, el gas y las gasolinas bajarán de precio; que la economía familiar mejorará porque aumentarán los empleos y la inversión; o que con los contratos de utilidad compartida que el gobierno propone entre Pemex y empresas privadas, las ganancias por la explotación petrolera dejarán de ser pocas para convertirse en muchas.

Esas son mentiras, cuentas alegres, buenos deseos, marketing para engaña bobos.

Lo que el presidente Peña necesita explicar de cara a la nación es cómo, cuándo y en cuánto tiempo los beneficios que promete con la reforma energética en petróleo y gas serán como los de Brasil o Colombia, con qué empresas o inversionistas interesados se harían los primeros contratos de utilidad compartida, qué pasará con la mafia enquistada en el sindicato petrolero, y si ésta continuará siendo parte de su Consejo de Administración.

También explicar quién y cómo se tomarían las decisiones sobre los excedentes petroleros, a qué áreas o sectores estratégicos se canalizarán las ganancias, cómo se modificará el régimen fiscal de Pemex, en cuánto disminuirá la carga fiscal de la paraestatal que hoy aporta 3 de cada 10 pesos de las finanzas públicas, y qué acciones emprenderán la Federación y los estados para compensar esta baja en sus ingresos.

Por la composición que hoy tiene el Congreso en sus cámaras de Senadores y Diputados no tengo la menor duda de que la reforma peñista será aprobada por mayoría, con el voto de los legisladores del PRI, PAN y del PVEM y el PNA.

Sin embargo, creo que si el presidente además de explicar lo anterior ofrece garantías —como podrían ser la renuncia de los funcionarios nombrados por él y que no cumplan con las metas y objetivos propuestos en la iniciativa, el encarcelamiento de quienes a costa de Pemex se han enriquecido, comenzando por la mafia sindical, y la transparencia de todas las operaciones y contratos de utilidad compartidaPeña Nieto podría conseguir algo más que el apoyo cupular que hoy tiene de la iniciativa privada y los partidos a favor de la participación de empresas en las áreas de petroquímica, exploración , distribución y producción de Pemex.

Si no hay estas garantías, la iniciativa peñista seguramente saldrá, pero bajo la sospecha de que esta reforma energética no cumplirá con lo ofrecido o terminará como otras privatizaciones que en el pasado reciente se hicieron sin que cumplieran los beneficios prometidos y sin que quienes las promovieron y las aprobaron hayan sido sancionados o sujetos de alguna responsabilidad pública, administrativa o penal.

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