Rodolfo Ruiz R.

En cualquier momento José Juan Espinosa Torres podría anunciar su afiliación a Movimiento de Reconstrucción Nacional (Morena), para dejar en claro su simpatía con Andrés Manuel López Obrador por encima de Dante Delgado Rannauro, y también su intención participar como abanderado de este partido a la gubernatura de Puebla en 2018.

Por lo pronto el polémico presidente municipal de San Pedro Cholula ya comenzó a mudar de colores en su vestimenta, sustituyendo el color naranja de sus corbatas, chalecos y camisas por un tono rojo carmín.

Este color, que aparece en las letras del emblema de Morena, ya también se llevó a la nueva nomenclatura de las calles del Centro de San Pedro Cholula.

Dos son los vínculos principales de José Juan Espinosa con López Obrador. Uno es el jefe delegacional de la Cuauhtémoc en la Ciudad de México, Ricardo Monreal Ávila, y otro es el secretario de Comunicación, Prensa y Propaganda del Comité Ejecutivo Nacional de Morena, César Yáñez Centeno Cabrera.

La decisión del alcalde cholulteca de abandonar las filas de Movimiento Ciudadano (antes Convergencia) obedece a la intención de Dante Delgado y otras figuras nacionales de este partido, como el alcalde de Guadalajara, Enrique Alfaro Ramírez, de acercarse al PAN y a sus dirigentes nacionales antes de hacerlo con López Obrador para buscar una alianza en las elecciones del 2018.

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Finalmente será el viernes 30 de septiembre cuando se presente el libro La historia del Partido Acción Nacional en el estado de Puebla 1939-2000, escrito por Luis Enrique Palacios Martínez.

En la obra de casi 400 páginas se publicará el acta constitutiva del primer comité regional y otros documentos con los nombres de los fundadores y los primeros miembros y dirigentes de este partido, entre los que figuran progenitores y abuelos de algunas connotadas figuras políticas que hoy incluso militan en otros partidos.

La presentación se llevará a cabo tentativamente el 30 de septiembre a las 19 horas en el Hotel del Portal, inmueble emblemático en la historia fundacional del PAN no sólo porque pertenecía a uno de los fundadores del partido en Puebla, Alfredo Sandoval Carrillo, sino porque sirvió de cuartel de campaña del primer candidato panista a la alcaldía capitalina, Nicolás Vázquez Arreola en 1947.

El libro será comentado por los directores de las fundaciones Rafael Preciado Hernández y Miguel Estrada Iturbide, Fernando Rodríguez Doval y Aminadab Pérez Franco respectivamente, así como por el politólogo Manuel Díaz Cid, maestro universitario de Luis Enrique Palacios, quien desempeñó como secretario de Elecciones del CDE del PAN durante varios  años, antes del morenovallismo.

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Este miércoles familiares y amigos de los policías municipales de Amozoc, involucrados en la ordeña de ductos de Pemex en la región, se manifestarán a las puertas del Congreso local para denunciar que los efectivos de seguridad en realidad solo recibían órdenes de los verdaderos responsables del robo de combustible.

A ver si no terminan echando de cabeza al alcalde panista de Amozoc, José Cruz Sánchez Rojas.

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Aunque aún faltan casi dos años para las elecciones del 2018, en las que además de presidente de la República, senadores y diputados federales, en Puebla se elegirá gobernador, presidentes municipales y diputados al Congreso del estado, el panorama para los priístas locales luce francamente desolador.

Tal situación se explica porque algunos de sus principales cuadros han comenzado a explorar otras opciones partidistas, como Acción Nacional (PAN) y Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).

En diferentes encuestas y análisis de prospectiva, se advierte que el PRI podría convertirse en la tercera fuerza política en 2018, aun postulando a su cuadro mejor posicionado para suceder al presidente Enrique Peña Nieto, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.

Con la concurrencia electoral, en la que se empatan las elecciones federales con los comicios locales, las expectativas del PRI de Puebla de recuperar la gubernatura o ganar la mayoría de las presidencias municipales y curules que estarán en juego en el Congreso de la Unión y el Congreso local son francamente pesimistas.

Y más si, como parece, López Obrador contiende por tercera ocasión por la presidencia de la República como candidato de Morena y quizás otros partidos de izquierda y si el gobernador saliente de Puebla, Rafael Moreno Valle, lo hace como abanderado presidencial o como candidato plurinominal o de mayoría al Senado de la República.

Varios son los problemas que el PRI local enfrenta. El primero es la pobre intención de voto —a nivel nacional y en la entidad—de sus posibles aspirantes a la presidencia, ninguno de los cuales supera a López Obrador y Margarita Zavala Gómez del Campo.

El segundo es la ausencia de cuadros competitivos para buscar la gubernatura de Puebla en 2018. El panorama es tan desolador que su mejor carta continúa siendo la senadora Blanca Alcalá Ruiz que en los comicios de junio pasado fue derrotada por José Antonio Gali Fayad.

Le siguen el delegado del IMSS, Enrique Doger Guerrero, quien en lo oscurito coquetea con algunos operadores de Morena; el subsecretario de Desarrollo Urbano y Vivienda de la Sedatu, Juan Carlos Lastiri Quirós; el ex delegado de la Sagarpa, Alberto Jiménez Merino; el presidente del Comité Directivo Estatal del PRI, Jorge Estefan Chidiac; y el diputado federal Alejandro Armenta Mier.

De estos, el único que podría acrecentar dentro del PRI su capital político de aquí al 2018 es Jorge Estefan, siempre que se mantenga al frente del Comité Directivo Estatal, con el apoyo del dirigente nacional del tricolor Enrique Ochoa Reza y del grupo político al que ambos pertenecen comandado por el secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso.

Una complicación adicional son las fracturas y divisiones que hay entre sus militantes y dirigentes y la ausencia de un movimiento o liderazgo capaz de unificar a sus diferentes grupos.

Ni Melquiades Morales Flores, ni Mario Marín Torres encabezan una corriente hegemónica o mayoritaria al seno del PRI poblano. Ambos tienen más detractores que seguidores.

A este factor habría que agregar la relativa facilidad que el gobernador Moreno Valle ha mostrado para infiltrar y dividir al PRI o para cooptar a sus legisladores y cuadros directivos, como se evidenció hace unos días cuando el Congreso del estado aprobó su cuenta pública del ejercicio 2015 sin que ningún diputado priísta la cuestionara o votara en contra.

Otro problema del PRI, además de su incapacidad para construir desde ahora alianzas con otros partidos y organizaciones que le sumen sufragios o simpatías, es que no está haciendo nada para contrarrestar el voto de rechazo o repudio de los votantes de Puebla.

Históricamente el voto anti PRI en Puebla es más grande que su voto duro e incluso superior al voto del PAN, partido que localmente ha logrado sonados triunfos electorales, no por sus candidatos o propuestas, sino por capitalizar el repudio que los votantes sienten por el PRI y algunos de sus gobernantes como Mario Marín.

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Aunque el propio Enrique Doger Guerrero ha dejado correr la versión de que si el PRI vuelve a negarle en 2018 la candidatura al gobierno del estado, entonces sí buscará ser postulado por el partido de Andrés Manuel López Obrador, me parece que tal escenario parte de un equívoco y un menosprecio de la militancia del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).

De entrada por que hoy no existe, a diferencia de anteriores procesos, la certeza de que López Obrador o alguno de sus principales operadores le pondrán en charola de plata la candidatura a la gubernatura de Puebla.

Una cosa es que antes lo hayan considerado, cuando Morena estaba en proceso de formación, y otra muy diferente que vuelvan a hacerlo ahora que este partido es prácticamente la tercera fuerza política nacional.

La apuesta de Enrique Doger para que Morena lo acoja como candidato en 2018, en caso de que el PRI vuelva a darle la espalda como ya ocurrió en 2010 y en 2016, es demasiado osada.

No hay que ir muy lejos para comprobarlo.

En los recientes comicios para gobernador de Puebla, López Obrador y el senador Manuel Bartlett Díaz pujaron porque el candidato de Morena fuera el diputado federal Rodrigo Abdala Dartigues, en lugar del académico de la BUAP, Abraham Quiroz Palacios, sin embargo éste último resultó nominado.

Para el nombramiento del candidato se optó por contratar una encuesta que recogió la opinión de los militantes de Morena. Estos se inclinaron en primer lugar por el abogado René Sánchez Galindo, de la organización Sin maíz no hay país, y en segundo término por Abraham Quiroz. Rodrigo Abdala quedó en cuarto lugar.

A Enrique Doger puede ocurrirle lo mismo, aún con el respaldo del senador Manuel Bartlett.

Para comenzar porque el dirigente estatal de Morena, Gabriel Biestro Medinilla, quien ya también expresó su intención de contender por la gubernatura de Puebla en 2018, no ve con buenos ojos al priísta Enrique Doger.

De hecho la semana pasada declaró que el candidato de Morena será un militante de este partido y no una gente externa, en clara alusión al ex rector de la BUAP, ex presidente municipal de Puebla y actual delegado del Instituto Mexicano de Seguro Social.

De ahí la pregunta que da pie a esta columna: ¿Morena querrá a Enrique Doger como candidato en 2018?

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Este jueves participé, junto con la diputada electa Josefina Buxadé y mi colega del periódico Síntesis Mariano Morales, en la presentación del libro El Código de Proteo del politólogo Mauricio Saldaña Rodríguez.

Dicho texto, el tercero de la colección Polémicas de Ediciones de Educación y Cultura, que aborda el tema de la propaganda oscura y de sus perniciosos efectos sociales, me dejó las siguientes enseñanzas:

Que muchos son los políticos y consultores que se asumen como expertos en marketing o politing, pero contados aquellos que dominan los principios y conceptos teóricos de la propaganda o que siquiera conocen o han leído las motivaciones de sus creadores Adolfo Hitler y Joseph Goebbels.

Que en Puebla, como en otras ciudades de la República Mexicana, la mayoría de los periódicos y noticiarios de radio y televisión funcionan más como instrumentos de propaganda gubernamental o partidista que como medios informativos de la sociedad, a juzgar por los contenidos y materiales «noticiosos» que difunden, sobre todo en coyunturas electorales.

Que toda propaganda, aun la de aquellas organizaciones humanitarias o sin aparentes fines de lucro, debe verse con recelo y criticidad, pues lo que un mensaje propagandístico vende o promociona son expectativas, apariencias, percepciones; no realidades, ni proyectos viables y tangibles.

Como bien dice el autor «Aunque los mercadólogos insistan en que sus propósitos son nobles —por ejemplo, inducir al consumidor a la compra de un producto y con ello detonar decenas o cientos de empleos—, la realidad que no pueden ocultar es que la persuasión comercial en la que ellos fundamentan su trabajo, no tiene otro propósito que detener —por un instante— la capacidad reflexiva del inminente comprador, para aturdirlo lo suficiente con palabras, imágenes, sonidos que hagan del producto en cuestión una oferta atractiva, aunque más tarde el propio consumidor se pregunte por qué adquirió tal mercancía o tal servicio».

Que una buena campaña propagandística debe enfocarse preferentemente a las masas, a través de medios que lleguen a los individuos-masa con un nivel deficiente o posean una capacidad de razonamiento muy pobre, y con mensajes simples, emotivos, verosímiles y fáciles de entender y memorizar, dirigidos a las vísceras más que al cerebro.

Que los mensajes propagandísticos no funcionan si el portavoz central, los agitadores que los difunden y los miembros del equipo de campaña, no los asumen como propios, ni actúan en consecuencia, contagiando a las mayorías con su verdad.

Que la televisión es hoy por hoy el medio por excelencia para la manipulación propagandística, para cualquier lavado de cerebro en masa y para influir en el comportamiento de las personas, particularmente de niños y jóvenes, pues está comprobado —según las investigaciones del australino Frederick Edmund Emery del Instituto Tavistock— que la llamada caja idiota desactiva la capacidad cognitiva de la mente y logra un efecto similar al de un narcótico en el sistema nervioso central, convirtiendo al espectador habitual en un sujeto sugestionable y manipulable.

Que aquellos que compran servicios propagandísticos negros y oscuros terminan por depender de aquellos que los producen, de la misma manera que un drogadicto depende de la sustancia y de quien se la vende.

Que el discernimiento ciudadano es el mejor antídoto contra la propaganda negra y oscura, concebida con fines de control o manipulación social por gobiernos, partidos, mafias, organizaciones secretas y entes de poder.

Que las universidades, los intelectuales y los medios de comunicación deben convertirse en la conciencia crítica de la sociedad, para advertir a los ciudadanos de los riesgos de creer a pie puntillas todo aquello que los políticos —en su faceta de funcionarios, candidatos o dirigentes— ofrecen y hasta firman en presencia de notarios públicos.

Que un instrumento eficaz para combatir la impunidad declarativa de políticos y gobernantes es la creación de observatorios ciudadanos, con especialistas en la materia, que evalúen la coherencia, consistencia y factibilidad de lo que prometen a los votantes y gobernados.

Un ejemplo de lo anterior fue el portal Lupaciudadana.com que el director de la revista Letras Libres, Enrique Krauze, puso en marcha durante las elecciones presidenciales del 2006 para analizar las declaraciones de los entonces candidatos Felipe Calderón, Roberto Madrazo y López Obrador o el ejercicio, casi similar, que el Centro de Estudios Espinosa Yglesias realizó en el reciente proceso para elegir gobernador de Puebla con las plataformas de Javier López Zavala y Rafael Moreno Valle.

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Simón dice:

«A veces de noche, enciendo la luz para no ver mi propia oscuridad.»

Antonio Porchia (1886-1968). Escritor argentino de origen italiano.