PAN: ¿hacia una inevitable ruptura?
La versión de que el PAN se encamina hacia una inevitable fractura con motivo de la elección o reelección de su dirigente nacional no resulta descabellada a raíz de los últimos escándalos de corrupción y deslealtad en que se han visto envueltos sus principales actores.
Gustavo Madero Muñoz, quien aspira a continuar al frente del CEN por un seguro periodo de tres años, con el apoyo de algunas estructuras estatales y operadores políticos que ocupan puestos clave en gubernaturas, presidencias municipales y el Congreso de la Unión, está lejos de ser un dirigente con autoridad moral.
Los escándalos por el famoso “moche” lo hacen aparecer ante la opinión pública y la militancia panista como un dirigente cómplice —o por lo menos complaciente— de la corrupción propiciada por el cobro o pago de comisiones de hasta el 35% por la asignación de partidas presupuestales destinadas a obras infladas o proyectos sobrefacturados a favor de determinadas constructoras, encargadas de instrumentar el “moche” de ida y vuelta.
Por el otro lado aparece el senador Ernesto Cordero Arroyo como un idiota útil al servicio de unos resentidos calderonistas que no terminan de digerir el fracaso de su torpe forma de gobernar el país, ni de entender cómo el PRI y un presidente que creían inepto pudo sacar en un año las reformas estructurales que ellos en dos sexenios nunca pudieron.
Las declaraciones del senador Cordero quejándose de espionaje, guerra sucia y de filtraciones dolosas a la prensa a las que tan aficionados eran algunos calderonistas cuando de desprestigiar y debilitar a sus enemigos se trataba, lo hacen ver como un tipo cínico o demasiado cándido.
En esta coyuntura panista la excandidata presidencial Josefina Vázquez Mota lejos de asumir una posición clara o de liderazgo frente a la crisis de su partido y la manera de afrontarla ha vuelto, como en la campaña de 2012, a desdibujarse en la indefinición pusilánime y en el discurso de vacuo del sí, pero no, del soy diferente pero quién sabe a qué o a quién.
La lista de prospectos a dirigir el CEN del PAN es, ciertamente, más amplia, pero sin que se vislumbre quién de los que ha levantado la mano para suceder a Gustavo Madero pueda, si no reconciliar a las partes, por lo menos sentarlas a la mesa a tratar de dirimir sus diferencias o a evitar lo que parece irremediable: la fractura del partido.
El exgobernador de Guanajuato, Juan Manuel Oliva, es un actor que polariza, lo mismo que su compañero de organización, el exdirector de Conagua, José Luis Luege Tamargo. Su yunquismo los coloca en uno de los extremos.
Lo que el PAN necesita es un líder conciliador sí, pero con carácter y autoridad moral para meter orden, aplicar los estatutos y reencauzar el partido hacia sus olvidados principios de doctrina, pero también que sea negociador y experimentado en el arte de construir consensos, amarrar acuerdos y garantizar su cumplimiento, pésele a quien le pese.
¿Quién de los panistas que hoy se mencionan para encabezar el PAN, incluido su actual presidente Gustavo Madero, reúne ese perfil o tiene esas características?
Francamente creo que ninguno, pues todos los arriba citados son parte de alguno de los grupos en disputa. De ahí el riesgo de que en la próxima renovación del CEN del PAN la crisis de este partido se profundice con una ruptura peor que la ocurrida en 1976 cuando no pudo proponer candidato a la presidencia, ni participar en las elecciones de ese año.
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