Amanda Gómez, el estrés y el rezago en la ASE comienzan a rebasarla
La Auditoría Superior del Estado (ASE) es una instancia en la que el gobernador Luis Miguel Barbosa Huerta parece confiar demasiado, pero que no ha dado buenos resultados, ni los dará por los constantes cambios de auditores y personal especializado, el arribo de gente foránea —del Estado de México y la Ciudad de México principalmente—, que no conoce la entidad poblana, la suspensión de los 73 despachos contables que eran parte del padrón de auditores externos, y el enorme rezago de cuentas púbicas que existe desde hace por lo menos cuatro años.
Su actual titular, Amanda Gómez Nava, quien sustituyó al defenestrado y actualmente preso Francisco José Romero Serrano, lejos de mejorar el trabajo de sus antecesores ha despedido al personal con mayor conocimiento y experiencia, con el prurito de que eran parte de la corrupción imperante, o que ya no eran idóneos para trabajar en el máximo órgano de fiscalización del estado.
Desgraciadamente no los reemplazó con profesionales en la materia, sino con allegados suyos que trabajaron con ella en la Secretaría de la Función Pública del estado, o que conoció en el Estado de México y la capital del país, donde se desempeñó como supervisora de Auditoría Fiscal, jefa de Departamento y subdirectora de Programación de Auditorías Fiscales; y como titular de Administración Desconcentrada de Auditoría Fiscal del Servicio de Administración Tributaria (SAT), que saben de auditorías fiscales, pero no de auditorías gubernamentales.
Tal situación ha sido exhibida por auditores y contralores municipales y por empleados operativos de la propia Auditoría, que entre el martes 6 y el jueves 8 de septiembre pusieron contra las cuerdas a los directores de Fiscalización y Desempeño de la ASE, al reunirse con funcionarios y contadores de diferentes ayuntamientos de la Sierra Norte, la zona de Tehuacán y la Mixteca, quienes les cuestionaron la metodología y los procesos de fiscalización que llevan a cabo.
Al día siguiente, Amanda Gómez, todavía iracunda por lo ocurrido en esas reuniones, convocó a todo el personal de la ASE, sin permitir el acceso de teléfonos celulares, confrontándolos y amenazándolos con despidos, renuncias y procesos administrativos.
Palabras más, palabras menos, les dijo que ella y su equipo tenían mejores formas de trabajo, que nadie iba a poner en entredicho su capacidad y experiencia, que, si no estaban conformes con su estilo, en ese momento debían renunciar, y que, para sacar el rezago de cuentas públicas de ayuntamientos y otros sujetos obligados, tendrían que trabajar hasta 12 horas diarias.
De más está decir que nadie se atrevió a encararla en ese momento, a sabiendas que cuando algún auditor de la ASE la ha cuestionado, ésta pierde la mesura, se enfada y responde con gritos y amenazas.
Este tipo de reacciones han desatado el cotilleo y las burlas al interior de la Auditoría sobre el estilo y la personalidad de Amanda Gómez, para demostrar su autoridad y capacidad para combatir la corrupción, y de algunos de sus más cercanos colaboradores como Raúl Agustín Jiménez Martínez, subdirector de Administración y responsable de las compras de la ASE, ligado a una empresa que es proveedora de insumos, bienes y servicios de este órgano del Poder Legislativo.
Pero ésa será otra historia.
Por ahora, sólo le adelanto que entre el personal de base de la Auditoría ya se da como un hecho que la ex secretaria de la Función Pública del estado no podrá con el rezagado acumulado de tres o cuatro años de cuentas públicas, y menos ahora que su titular decidió prescindir de los auditores externos y echar mano de gente ajena a la entidad y no experta en auditorías gubernamentales.
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