LA CORTE DE LOS MILAGROS

Lalo Rivera ya tiene competidores en la puja por la gubernatura

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Una de las razones que explican por qué han levantado la mano para buscar la gubernatura de Puebla algunos panistas y otros que habían dejado de serlo y ahora están de regreso, del brazo del presidente del CEN del PAN, Marko Cortés Mendoza, como Javier Lozano Alarcón, es la incertidumbre que despierta el estilo personal de gobernar del alcalde capitalino Eduardo Rivera Pérez.

A Marko Cortés le han ido a decir que Rivera Pérez no sólo se rehúsa a encabezar en Puebla un bloque opositor amplio, que haga contraste con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y la administración del gobernador Luis Miguel Barbosa Huerta, sino que incluso le han dicho que en algunos temas facilita la operación de Morena, como en la consulta de revocación de mandato y en la reciente elección interna morenista.

También le han dicho que, en aras de construir un clima de cordialidad y colaboracionismo con el Ejecutivo estatal, el presidente municipal de Puebla ha tirado línea a la dirigencia estatal panista, y ésta a los diputados locales de su bancada, para que eviten las críticas al Ejecutivo y aprueben sus nombramientos e iniciativas en el Congreso del estado.

Si estas acusaciones tienen sustento o sólo son grillas maledicentes, es algo que los lectores tendrán más claro que este reportero. Lo cierto es que, en Puebla, la oposición panista está desdibujada, matizada, silenciada y sin líderes.

Que varios ediles surgidos del PAN y dirigentes municipales de este partido, como Jesús Zaldivar Benavides, han apoyado algunas estrategias y movilizaciones del gobernador Barbosa, operadas por su director general de Gobierno, Julio Huerta Gómez, para llevar acarreados a la consulta de revocación de mandato y a las elecciones de Morena del pasado 30 de julio.

Entre ellos Sergio Sandoval Paniagua, de Ajalpan; Filomeno Sarmiento Torres, de Cuautlancingo; Joaquín de la Rosa Martínez, de Hueytamalco; Manuel Herrera Ponce, de Los Reyes de Juárez; Edmundo Tlatehui Percino, de San Andrés Cholula; Paola Angón Silva, de San Pedro Cholula, y Zeth Lima Barrientos, de Zongozotla.

Que varios de ellos, en lugar de quejarse por la falta de obra pública, los recortes presupuestales y a sus participaciones, el uso electorero y clientelar de los programas sociales a cargo de los llamados Servidores de la Nación y de los delegados de Gobernación y otras dependencias estatales, han optado por un cómplice silencio o por reconocer “el gran trabajo” que ha realizado el gobernador al frente del Puebla a lo largo de estos tres años de gestión.

Que los presidentes municipales de Puebla y San Andrés Cholula se han negado a iniciar procesos administrativos y penales en contra de las alcaldesas morenistas que los precedieron, a pesar de las transas, sobrecostos en obras y contratación de servicios y actos de corrupción en que incurrieron.

Otra queja o intriga recurrente de los antagonistas de Eduardo Rivera con Marko Cortés, es que éste no cumple acuerdos, para integrar a panistas de grupos diferentes al suyo en el ayuntamiento capitalino y en la dirigencia estatal del PAN, encabezada por Augusta Valentina Díaz de Rivera y Marcos Castro Martínez.

Ciertas o falsas estas apreciaciones, una cosa es innegable. Eduardo Rivera Pérez ya tiene competencia en la puja por la nominación del PAN a la gubernatura de Puebla, y que Javier Lozano Alarcón podría conjuntar a varios de sus críticos y arrepentidos, por su estilo personal de gobernar, como el exgobernador José Antonio Gali; el ex presidente del Congreso del estado y ex secretario de Salud, Jorge Aguilar Chedraui; y los ex dirigentes estatales del PAN, Francisco Fraile García, Rafael Micalco Méndez y Genoveva Huerta Villegas, entre otros.

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