LA CORTE DE LOS MILAGROS

Bebé Tadeo, un caso lleno de dudas e inconsistencias

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El caso del cadáver del bebé Tadeo que fue introducido ilegalmente al penal de San Miguel, escondido por un recluso de nombre Antonio (sin que hasta ahora se sepa para qué) y luego tirado en un depósito de basura del propio reclusorio, sigue siendo un misterio por las muchas interrogantes que las autoridades continúan sin aclarar.

La falta de respuestas sólidas, lógicas y consistentes por parte del gobernador Luis Miguel Barbosa Huerta y la Fiscalía General del Estado (FGE) solo han acrecentado la sospecha de que las verdaderas razones de este macabro hallazgo permanecen ocultas. La versión de que el recién nacido muerto fue introducido para desestabilizar el Cereso de Puebla está muy lejos de ser una teoría consistente y que resista el análisis de una autoridad judicial no supeditada al Ejecutivo del estado.

El jueves pasado la Fiscalía informó de la detención de dos mujeres, una visitante del penal y una custodia del mismo, como las responsables del traslado del cuerpo y de facilitar su introducción al Cereso de San Miguel, respectivamente, y de la participación de dos reclusos (Antonio y Sergio) y un custodio, que ya fue acusado de asociación delictuosa y los mismos delitos por los que fueron vinculados a proceso 17 de las 21 personas detenidas inicialmente por este caso.

Una de las mayores interrogantes gira en torno al cuerpo del recién nacido. Como se aprecia en las fotografías publicadas por e-consulta, tanto en el rostro del bebé como en el cobertor que lo envolvía, había sangre. El líquido hemático tiene un tiempo de coagulación post mortem de seis a doce horas, de ahí que resulta bastante extraño que varios días después de su muerte, el bebé hubiera presentado un sangrado.

Aunado a ello, resulta inverosímil lo declarado por el gobernador Barbosa, en el sentido de que el cuerpo de Tadeo fue “guardado” por unos días, por el interno Antonio “N”, al que se acusa de ordenar la introducción del cadáver. Para nadie es desconocido que todo cuerpo carente de vida inicia un proceso natural de descomposición que se caracteriza por la generación de olores fétidos, muy desagradables.

El penal de San Miguel está sobrepoblado, en celdas con capacidad para tres personas llegan a vivir hasta siete, por lo que es muy extraño que nadie hubiera notado el olor a muerto que seguramente desprendía el cuerpo del bebé, que, se supone, ya tenía algunos días de haber fallecido cuando ingresó al reclusorio.

Más allá de eso, surgen muchas dudas respecto a la teoría del caso que la Fiscalía de Puebla ha construido, a partir de la detención de los elementos de custodia del Cereso.

La vigilancia y seguridad del centro penitenciario de San Miguel están a cargo de tres diferentes grupos de seguridad y custodia, cuyos elementos trabajan 24 horas y descansan 48. Esos grupos están organizados jerárquicamente por un jefe, por ocho a diez supervisores, una responsable de revisión de alimentos y un número variable de custodias y custodios.

El penal tiene dos accesos, la aduana de personas o de visitas, y la aduana de vehículos.

Cuando el caso del bebé Tadeo se convirtió en escándalo, por la resonancia nacional que tuvo, fueron detenidas 21 personas, 18 hombres y 3 mujeres. El gobernador Barbosa informó que entre las detenidas se encontraba la mujer que introdujo el cadáver del bebé al reclusorio, lo que la postre, según la última versión de la Fiscalía, resultaría falso.

De los 21 detenidos el lunes 24 de enero, entre ellos quien fungía como encargado de la dirección del Cereso de San Miguel, Jaime Mendoza Bon, las tres mujeres enviadas al penal de Ciudad Serdán fueron liberadas. También recuperó su libertad uno de los hombres enviados al penal de mediana seguridad de Tepexi de Rodríguez, una vez que acreditó que no tuvo ninguna responsabilidad en los hechos.

Como el lector podrá observar, en estas primeras detenciones se cometieron abusos y excesos en perjuicio de custodios y supervisores que ninguna relación tuvieron con el caso del bebé exhumado de un panteón de Iztapalapa, introducido ilegalmente a San Miguel y posteriormente tirado en un contenedor de basura de este mismo reclusorio.

De los 17 hombres vinculados a proceso, la mayoría son custodios del primer grupo, que estaban de servicio en el área de la aduana de vehículos.

En su conferencia mañanera del viernes, el gobernador afirmó que una custodia y un supervisor del área de visita permitieron la introducción del cadáver, de lo que se infiere que pasó por la aduana de visita con el primer grupo de seguridad y custodia, puesto que ambos elementos estaban asignados a ese turno.

Sin embargo, varios de los vinculados a proceso y detenidos en el penal de Tepexi son elementos del segundo grupo de custodios, que no solo no estaban en el área de visita sino que se encontraban en la aduana de vehículos o en el área de control (que tiene como función el apoyo en cuestiones administrativas, sin ningún contacto con internos), algunos de los cuales ni siquiera estaban en la fecha que supuestamente ingresó el cuerpo del bebé muerto al penal de San Miguel.

Entre los detenidos figura un elemento del grupo canófilo, que tiene cero contacto con visitas e internos y solo se encarga del cuidado, alimentación y manejo de los perros asignados al Cereso de Puebla.

Según la Fiscalía, el cuerpo de Tadeo ingresó por la aduana de visita, con  la complicidad de la custodia Jéssica Velázquez Zambrano y del supervisor Gerardo Hernández Hernández. Fue introducido por la visitante Nadia Carolina García Manzano, quien se lo entregó al reo Antonio “N”, supuestamente con la intención de desestabilizar el centro carcelario.

En la versión oficial este recluso guardó unos días el cadáver del recién nacido y luego se lo entregó al interno Sergio “N” para que lo depositara en la basura.

Si el cuerpo de Tadeo ingresó al Cereso de Puebla por la aduana de visitas cuando la vigilancia estaba a cargo del primer grupo de custodios, ¿por qué están detenidos los elementos que estaban en la otra entrada y un día después de los hechos? ¿Por qué inculpar al supervisor de control, si éste no realiza ninguna actividad que lo ponga en contacto con los internos ni con los visitantes?

La teoría del complot, por la cual el cuerpo de un bebé muerto se usó para desestabilizar el penal de San Miguel y derrocar a sus directivos, es insostenible, por no usar otro adjetivo.

El caso del bebé muerto habría pasado inadvertido de no haber sido por las notas e imágenes que del recién nacido en un contenedor de basura publicó e-consulta. El hecho simplemente se habría ocultado.

Lo que realmente desestabilizó al Cereso de Puebla fueron la corrupción, los excesos y la complicidad de los directivos del reclusorio con los reos que tienen el control de ciertas áreas y ciertas actividades.

La suerte de Jaime Mendoza Bon y otros directivos de San Miguel se selló cuando comenzaron a documentarse los excesos y privilegios de algunos reclusos. La “bendita corrupción”, como la llamó el interno Ernesto Wilfrido Ramírez, que desde su celular presumía los beneficios que tenía; las fotos de reos drogándose en sus celdas con heroína y en posesión de botellas de whisky y cerveza, y los audios en los que José Ruperto Hernández, sentenciado por secuestro, daba cuenta de las fiestas que se organizaban dentro del reclusorio, son ilustrativas del caos y desorden que prevalecía en ese centro penitenciario.

Desgraciadamente el cambio de funcionarios y el arribo de una nueva directora al Cereso de Puebla, María del Rayo Mendoza Farfán, no son ninguna garantía de que las cosas vayan a mejorar, o de que la corrupción se va a erradicar.

Este fin de semana los celulares que les habían retirado a los internos fueron devueltos, pero con la advertencia de que ahora ese servicio tendrá un aumento de 100 pesos a la semana.

La teoría del complot desestabilizador solo es eso, una teoría, que no busca esclarecer los hechos relacionados con el bebé sino encubrirlos para ocultar lo que realmente sucede en el penal de San Miguel y en otros centros penitenciarios de la entidad.

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