El Leviatán roto: el avance del Estado fallido en México
Rodolfo Ruiz R.
¿Cuál es el tipo de Estado que hoy tenemos en México: Un Estado fallido o un Estado desestructurado?
¿Hasta qué punto el Estado mexicano ha perdido poder, legitimidad, interacción con la sociedad, capacidad de armonizar el desequilibrio social, eficacia y eficiencia en sus tareas de procurar los derechos, hacer valer la ley y detentar el monopolio de la violencia legítima?
¿El hecho de que la guerrilla, el narco o la delincuencia organizada tengan el control territorial de ciertas comunidades y regiones del país, es razón suficiente para sostener que México vive un Estado fallido?
¿El que los grupos de poder fáctico lo desafíen cada vez con mayor frecuencia; cuestionen su propósito de regularlos y su función de anteponer los intereses colectivos por encima de los particulares, o traten de acotarlo poniendo en entredicho su autoridad en lo político, económico y social, son síntomas de que la máxima institución política del país ya fue rebasada por estos?
Los anteriores son algunos de los cuestionamientos y reflexiones del libro «El Leviatán roto: el avance del Estado fallido en México» del politólogo Juan Luis Hernández Avendaño que este miércoles se presentó en la Universidad Iberoamericana de Puebla, de la cual el autor es profesor y director del Departamento de Ciencias Sociales.
Se trata de un texto inteligente, fresco y actual, accesible a todo el público por los conceptos, categorías y definiciones básicas de Ciencia Política que en él se exponen, pero sobre todo política y politológicamente muy pertinente.
Es un libro que a lo largo de sus 165 páginas nos advierte de los riesgos de la debilidad del Estado mexicano frente a las élites políticas y la necesidad de revisar y a reconstruir esta organización política, la institución de instituciones que, como bien lo señala Hernández Avendaño, no es una cosa natural, sino una creación artificial hecha por todas las personas que constituimos la sociedad, aun por aquellas que dicen no interesarles la política.
Es un libro que incentiva la acción y participación individual y colectiva, en el entendido que la fortaleza o debilidad de un Estado depende de la capacidad de sus ciudadanos para organizarse en la construcción y reconstrucción de sus instituciones orientándolas hacia el bien común, y que nos previene sobre la inacción o la apatía de los ciudadanos de involucrarse en los asuntos de Estado con el prurito de que la cosa pública no es de su interés.
Tal situación, nos dice el autor, no sólo es la causa de que los políticos de siempre sigan encumbrándose, ganando elecciones, creando alianzas o inventando enemigos. En suma: beneficiándose del quehacer estatal, particularmente en su dimensión simbólica. Sino la razón de que los gobiernos y las instituciones que contribuyen a la gobernanza se llenen de viejos y nuevos kakistócratas, es decir de los peores hombres y mujeres para gobernar.
De los cinco capítulos en que se divide El Leviatán roto, los dos últimos están dedicados a analizar y documentar los instrumentos y mecanismos de los grupos fácticos que en las últimas décadas han amalgamado privilegios descomunales en detrimento de la autonomía y soberanía del Estado.
Hernández Avendaño pone especial atención en la cúpula del SNTE y su amplia capacidad económica y política para el acarreo, la manipulación ideológica y la movilización electoral; en la llamada telebancada, el rostro legislativo y grupo de presión del duopolio televisivo; en la jerarquía de la Iglesia Católica, que aunque ha perdido influencia en los últimos años continúa siendo poderosa en la identidad del pueblo mexicano; y en las distintas expresiones del narco y el crimen organizado, que han sabido sacar provecho de la corrupción, la ilegalidad y la impunidad para suplantar al Estado en distintas zonas y regiones territoriales, amedrentar a empresarios y autoridades, y extorsionar a un número creciente de mexicanos.
El libro concluye con un escalofriante pero puntual mapeo de los linchamientos ocurridos en México, como una expresión de la incapacidad del Estado por hacerse presente en todo el territorio o por hacer efectivo del estado de derecho, y de la situación de vulnerabilidad en que se encuentran los periodistas en México, por gobiernos que coartan la libertad de expresión y favorecen la actuación de grupos fácticos que abusan de su poder y ponen a los ciudadanos ante la disyuntiva de sobrevivir con la plata que pueden ganar o morir con las balas que recibirán por su falta de colaboración.
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