No me ayudes compadre
El brete en el que está metido el Partido Acción Nacional no parece tener una solución inmediata, debido a la ausencia de un grupo o figura con autoridad moral que pueda reconciliar a sus tribus en pugna y que sea capaz de reencauzar su proyecto político e ideológico dentro de la nueva realidad mexicana.
A los panistas la crisis les llegó en el momento justo, después de haber perdido el gobierno federal y en plena coyuntura electoral por los comicios que el 7 de julio habrán de realizarse en catorce entidades federativas, entre ellas Baja California, que gobiernan desde 1989.
En vez de mostrarse como un partido opositor en recuperación luego del descalabro electoral de 2012, con una agenda clara de reformas y acciones a impulsar desde el Congreso de la Unión y desde los estados y municipios que gobiernan, los panistas se han dedicado a escenificar un espectáculo de pena ajena.
La enconada y mezquina disputa en que hoy se encuentran enfrascadas sus diferentes tribus está lejos de tener buenos propósitos o de arrojar resultados favorables. Se trata de una disputa carroñera por el control del PAN y algunas posiciones de poder en el seno de las cámaras de Diputados y de Senadores.
La decisión de Gustavo Madero de remover a Ernesto Cordero de la coordinación del grupo parlamentario del PAN en la Cámara Alta, para poner en su lugar a un ilustre desconocido, sin liderazgo y sin capacidad de convocatoria, como Jorge Luis Preciado, no fue para lograr una mayor cohesión entre la dirigencia nacional panista y sus senadores.
Fue un golpe de timón, un manotazo sobre la mesa, un albazo autoritario de Madero para demostrar que aún en plena crisis del PAN, sus chicharrones truenan.
Madero ya rescató para su tribu la coordinación de la fracción del PAN en el Senado, pero a costa de perder el apoyo de la mayoría de los legisladores de su partido en esta cámara.
Esta batalla también deja mal parados a los calderonistas residuales, como les llama René Delgado. No sólo se quedaron sin esta importante posición, sino que perderán —muy probablemente— las asesorías y puestos de confianza que Ernesto Cordero abrió para los familiares y colaboradores cercanos de Felipe Calderón.
Para los militantes y candidatos del PAN, el espectáculo que públicamente están dando sus dirigentes debe resultar traumático, pues ellos mejor que nadie saben que a los votantes no les gustan los conflictos, y menos de un partido que siempre presumió que sus diferencias se dirimían por las vías internas y los cauces institucionales.
La imagen que hoy proyecta el PAN resulta poco atractiva a los electores, pues da la impresión de que no se gobierna ni a sí mismo.
Lo peor de todo es que en el corto plazo no se vislumbra una solución o el surgimiento de un grupo que, con liderazgo y ascendencia sobre la militancia panista, pueda recomponer el cochinero que dejaron las gestiones de Fox y Calderón, y la torpe y pusilánime dirigencia de Gustavo Madero, lo que me lleva a suponer que los descalabros electorales del PAN continuarán en los comicios locales de 7 de julio en catorce estados y quizás hasta las elecciones federales intermedias de 2015.
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