Hay caldo de cultivo pero no Bronco poblano
La incertidumbre es el gran atractivo de los próximos comicios para gobernador de Puebla. El hecho de que a ocho meses de esas elecciones no sepamos quién sustituirá a Rafael Moreno Valle al frente del Ejecutivo estatal, si un priísta, otro morenovallista o un independiente, abre todo un abanico de posibilidades y escenarios políticos.
Dicha incertidumbre es también compartida por las autoridades, los partidos punteros y los principales aspirantes a la gubernatura de la entidad.
Esta tiene su origen en que los priístas y los morenovallistas ya se dieron cuenta que los ciudadanos están insatisfechos e indecisos de votar por el regreso del PRI a Casa Puebla, a sabiendas que Blanca Alcalá Ruiz y Enrique Doger Guerrero no gobernarán de manera distinta a como lo hicieron cuando fueron alcaldes de la capital, o que José Antonio Gali Fayad representa la continuidad del actual grupo gobernante, que mucho ha quedado a deber a los poblanos en cuanto a apertura, tolerancia, transparencia y honestidad.
Hasta ahora unos y otros no han sabido cómo acercarse a la sociedad o cómo abanderar sus demandas que van más allá de seguridad, empleos y mejores servicios públicos.
Su error más grande es que siguen sin entender el paradigma de los candidatos ciudadanos o independientes, que hay que verlos no como la panacea democrática, sino como un mecanismo de presión del sistema de partidos y los métodos de selección de sus candidatos a puestos de elección popular.
En otras palabras: los ciudadanos no tendríamos necesidad de echar mano o recurrir a candidatos independientes, si los candidatos postulados por los partidos fueran realmente abanderados de la sociedad civil y no representantes de las autoridades o de las burocracias partidistas.
En el estado de Puebla los dirigentes y aspirantes del PRI continúan empeñados no en salir a convencer y ganar el voto de los ciudadanos sin partido, sino en reagruparse en torno a un candidato de unidad, y los morenovallistas en cómo repetir la coalición que los llevó a ganar la mayoría en los comicios locales de 2010 y 2013.
Los del PRI andan metidos en una loca carrera por ver quién constituye el bloque más grande de aspirantes a la mini gubernatura; quién logra en un desayuno, comida o evento reunir a la plana mayor del ex partidazo o cuál es el mejor método para convertir a los beneficiarios de los programas y acciones del gobierno federal en clientes electorales.
Los operadores de Gali andan por el mismo camino equivocado, convenciéndose a sí mismos de que es mejor ir en coalición que cada cual por su lado y de que la decisión de no subir ni crear nuevos impuestos, dejar sin efecto la instalación de parquímetros y la actualización de los valores catastrales nada tiene que ver con el temor de perder los comicios del año entrante.
A estas alturas del proceso no hay a la vista una figura ciudadana o un candidato independiente con el carisma y los atributos de Jaime Rodríguez Calderón El Bronco, que en Puebla puede meter en aprietos al PRI y al PAN morenovallista, pero tampoco hay que descartarla. Caldo de cultivo hay y bastaste.
El Bronco es algo más que líder que atrapa, cautiva y seduce por su personalidad y carisma; la fuerza de su magnetismo hay que ubicarla en su discurso y en lo que su figura representa: un instrumento de los ciudadanos contra la partidocracia y los poderes fácticos, un mecanismo presión de la sociedad civil contra el sistema electoral y el sistema de partidos.
La magia de El Bronco, que este sábado se convirtió en el primer gobernador independiente de México, va más allá de su capacidad para vencer las maquinarias electorales del PRI y el PAN en Nuevo León. Está en su mensaje que encarna el hartazgo de los ciudadanos contra la corrupción, la opacidad y la impunidad de la clase política; en su discurso contra la partidocracia y la alta burocracia de este país que despilfarra el gasto público en lujos a costillas de la gente, en costosas campañas de promoción personal y en el uso partidista y electorero de los programas sociales.
Los priístas y morenovallistas deben entender que lo que dice El Bronco aplica para Nuevo León, pero también para Puebla y otros estados de la República, en los que existe el mismo caldo de cultivo. Sólo falta la figura ciudadana que lo detone electoralmente. Habrá que ver si llega en el 2016 o si la espera se prolonga hasta el 2018.
EN CORTO
Aunque en Puebla ya come ansias la media docena de aspirantes priístas a la minigubernatura que se disputará el próximo año, en la capital del país el tema está lejos de ser prioritario.
Este jueves, a las 16:00 horas, estaba agendada una reunión de la secretaría general del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRI, Carolina Monroy, con los aspirantes a vivir en Casa Puebla un año y ocho meses, pero la prima del presidente Enrique Peña Nieto la canceló, para atender otros pendientes, pues hay que recordar que también es diputada federal a la recién iniciada LXIII Legislatura.
Con todo y su desilusión, los precandidatos priístas aún no reciben una nueva fecha para el encuentro, en el que se perfilarían las reglas mínimas de la competencia interna del tricolor, a un mes de que comience formalmente el proceso comicial 2015-2016, con la minigubernatura como único cargo en disputa.
En medio de este descontrol, los aspirantes siguen en sus reuniones de unidad, a las que por cierto, no han tenido la amabilidad de invitar a Enrique Doger Guerrero, quien sin embargo pareciera llevarles alguna ventaja, pues además de las reuniones ordinarias que ha tenido con el dirigente nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones Rivera, en su calidad de delegado especial en el estado de Morelos, el ex rector de la BUAP también ha tenido ya encuentros en privado con el sonorense para abordar el tema de la mini.
La presumida unidad de los priístas en el tema de la candidatura a Casa Puebla para 2016 es, aparentemente, mucho más frágil de lo que se ha podido ver hasta ahora.
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