LA CORTE DE LOS MILAGROS

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De candidatos independientes, perredistas y cosas peores

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Será este viernes cuando el Instituto Electoral del Estado (IEE) resolverá quiénes de los siete aspirantes a candidatos independientes son idóneos, por cumplir con todos los requisitos de ley, y pueden comenzar a recolectar las más de 126 mil firmas de apoyo que requieren para obtener su registro.

Se sabe que el IEE hizo llegar a por lo menos cuatro aspirantes algunas observaciones que ponían en duda su idoneidad.

Los siete aspirantes son Ricardo Jiménez Hernández, Ana Teresa Aranda Orozco, Ricardo Villa Escalera, Leodegario Pozos Vergara, Marco Antonio Mazatle, Rubén Hernández Pérez y Carolina López López.

De estos puedo anticiparle que el primero, el empresario Ricardo Jiménez, será declarado idóneo, pues no tuvo ninguna observación.

Los que sí tuvieron observaciones en su expediente, mismas que ayer tuvieron que haber solventado, fueron Ana Teresa Aranda, Ricardo Villa Escalera, Marco Antonio Mazatle y Rubén Hernández.

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Los que sean declarados idóneos tendrán del 13 de febrero al 13 de marzo para obtener 126 mil 588 firmas de apoyo, que equivalen al 3% de la lista nominal del estado.

Si Ana Teresa Aranda lograr zanjar este etapa y conseguir su declaración de idoneidad, puedo anticiparle que ella será la única que obtenga el respaldo político del gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez «El Bronco».

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Para evitar nuevas intromisiones del Ejecutivo estatal en el proceso de selección del candidato del PRD a la gubernatura de Puebla, el Comité Ejecutivo Nacional de este partido será el encargado de designar al candidato o candidata por ahí de mediados de marzo.

Se sabe que el presidente nacional del PRD, Agustín Basave Benítez, se inclina por dos militantes poblanos para ese cargo de elección popular: el senador Luis Miguel Barbosa Huerta y la ex diputada federal Roxana Luna Porquillo.

Los perredistas de Nueva Izquierda, es decir Los Chuchos, se inclinan por el senador Barbosa, pero no porque en realidad lo apoyen, sino porque quieren quedarse con su cargo de coordinador de la fracción del PRD en la Cámara Alta.

Barbosa ha declinado la invitación a ser candidato a la gubernatura de Puebla, al menos en los comicios locales de este año.

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El dirigente nacional de Morena, Andrés Manuel López Obrador, estará de gira en Puebla de miércoles a domingo de la otra semana en la Sierra Norte y la Sierra Nororiental.

El miércoles estará en la región de Xicotepec, el jueves en Tetela de Ocampo y Libres; el viernes en Cuyoaco y Guadalupe Victoria; el sábado en Tlatlauquitepec y Hueytamalco; y el domingo en Cuetzalan y Huehuetla.

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Saldos y paradojas de la reforma política electoral

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Entre lo que se planteó en el Pacto por México, y la reforma constitucional que en materia política electoral se aprobó en diciembre del año pasado, hay enormes diferencias de forma y de fondo. Pero las contradicciones podrían ser peores por las prisas que hoy tienen los senadores de sacar la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales.

El caso más representativo de estas discordancias es el Instituto Nacional Electoral.

En el compromiso 90 del Pacto se planteó la necesidad de sustituir al IFE por una autoridad única de carácter nacional, que se encargaría de organizar las elecciones tanto federales como estatales y municipales.

Sin embargo, el resultado de las negociaciones de la Secretaría de Gobernación con los gobernadores, los coordinadores de los diferentes grupos parlamentarios y las dirigencias de los partidos políticos para aterrizar este compromiso en la Carta Marga, dista mucho del objetivo que se planteó en aquel acuerdo nacional suscrito por el presidente Peña Nieto y los presidentes del PAN, PRI y PRD.

El INE no quedó como autoridad única electoral, sino como un órgano nacional con injerencia en los estados, en los cuales continuarán operando los institutos electorales de cada entidad federativa.

Hasta dónde llegará el INE y hasta dónde los institutos estatales, es algo todavía incierto. Aún no existe la legislación secundaria, pero en el último borrador de lo que será la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, los priístas han planteado que el órgano nacional sólo podrá intervenir en los procesos locales si se dan ciertas condiciones.

En otras palabras: que la atracción sólo procederá cuando existan factores que afecten la paz pública, la equidad de la contienda, condiciones políticas adversas por la injerencia de un poder o existan acontecimientos en perjuicio de los principios de imparcialidad, certeza, legalidad, objetividad y equidad del proceso electoral, y previa petición de al menos cuatro de los siete consejeros del órgano local. O sea, nunca o casi nunca.

Cuando el PAN y PRD propusieron terminar con los institutos locales, el argumento fue que estos estaban integrados por consejeros supeditados a los gobernadores y que por lo mismo actuaban con parcialidad y sin autonomía. Esta percepción, que no es del todo cierta o precisa, es uno de los pendientes que se dejó para la legislación secundaria que sigue atorada en el Senado de la República.

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A escasas 24 horas que se cumpla el plazo que ellos mismos se fijaron para las leyes reglamentarias de la reforma política, los senadores siguen sin ponerse de acuerdo en la aprobación de un nuevo código electoral y sin definir si habrá o no leyes generales de partidos, de procedimientos electorales, y de medios de impugnación y delitos electorales.

Varias son las causas que explican estos desacuerdos en torno a la legislación electoral. Una, son las diferentes ópticas sobre la ruta y los métodos de trabajo que deben aplicarse para elaborar la nueva Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales y sus alcances. Otra son los conflictos que hay entre las dirigencias del PAN y PRD con sus coordinadores parlamentarios en la Cámara Alta. Y una más, y quizá la principal, que el gobierno de Enrique Peña Nieto no sabe con qué facción del PAN negociar las reformas: con las huestes de Gustavo Madero o con las de Ernesto Cordero.

La elección interna del PAN, prevista para el domingo 18 de mayo, tiene trabadas no sólo las leyes electorales, sino las demás leyes secundarias de las reformas en telecomunicaciones y energética.

Con todo descaro la facción maderista ha planteado que mientras no se incorporen sus exigencias y demandas en la mesa de reforma política, sus legisladores no le darán al PRI los votos que necesita para sacar adelante las iniciativas enviadas por el presidente Enrique Peña Nieto.

Candidatos independientes

En la reforma constitucional aprobada en diciembre pasado se introdujo la figura de los candidatos independientes, más por una cuestión de imagen de la partidocracia mexicana que por un genuino compromiso con la participación ciudadana en la vida democrática nacional.

Sin embargo, el Congreso de la Unión no estableció los porcentajes de firmas que los interesados en obtener un cargo de elección popular deben reunir para poder participar como candidatos independientes. Tal punto también se dejó para ser discutido en la legislación secundaria y para que cada legislatura estatal lo reglamentara, lo que está dando al traste con el espíritu de la reforma y la intención de quitar a los partidos el monopolio de las postulaciones.

A nivel nacional existe el proyecto de fijar en 1% sobre la lista nominal, el número de firmas que un aspirante a presidente de la República debe reunir para registrarse ante el INE como candidato independientes, y en 2% el porcentaje para senadores y diputados federales.

¿Este 1% es alto o es bajo?

Para contextualizar mejor esta cifra vale la pena mencionar que equivale a 783 mil firmas, que el aspirante debe reunir de al menos 17 estados, sin hacerse publicidad en radio y televisión, y que este porcentaje es 3.6 veces mayor que el solicitado a un partido de nueva creación, con una agravante más: el candidato independiente debe reunir las firmas de apoyo a su nominación en 120 días, mientras que las organizaciones que buscan su registro como partido político nacional tienen un plazo de más de un año.

En los estados los obstáculos y candados legales para impedir las candidaturas independientes a gobernador, diputados locales y presidentes municipales son todavía peores, pues fluctúan en el mejor de los casos entre el 3 y el 5 por ciento.

El Congreso de Puebla, por citar un ejemplo, aprobó en su última sesión que los candidatos independientes a gobernador deben reunir el 2% de firmas del padrón electoral del estado, y los candidatos a diputados y presidentes municipales el 3%, lo que a todas luces inhibe cualquier intento de participación ciudadana fuera de los partidos políticos.

Originalmente el porcentaje que se establecía en la iniciativa de marras para las candidaturas ciudadanas fijaba la cuota de firmas en un 15% sobre el padrón electoral. Todo un despropósito.

Golpe al pluralismo partidista

Otra cuestión paradójica de la reforma política es el acuerdo de elevar de 2 a 3% el porcentaje mínimo requerido para que un partido pueda refrendar su registro. La modificación constitucional podría parecer saludable, en aras de hacer más competitivos a las organizaciones partidistas existentes, algunas de las cuales han subsistido —cual rémoras o parásitos— a costa de las alianzas y coaliciones con los partidos grandes.

Sin embargo, la consecuencia de esta reforma podría resultar perjudicial para el pluralismo democrático, y ampliamente provechosa para la partidocracia mexicana.

Baste citar un dato: de 2000 a 2012, cuando el porcentaje mínimo era de 2%, participaron en las elecciones 16 partidos, pero de estos sólo siete han logrado mantener su registro. No veo por qué optar por hacer más restrictivo el sistema de partidos políticos.

La única explicación lógica que encuentro a esta reforma constitucional es la pretensión de las burocracias del PRI, PAN y PRD de perpetuarse en el poder, y de repartirse el país como si fueran rebanadas de un gran pastel, como lo han hecho con la mayoría de los órganos constitucionales autónomos, como el INE, el Ifetel y ahora mismo con el IFAI.

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Candidaturas independientes

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Aunque todavía no existe una definición sobre el número de firmas o adhesiones ciudadanas que los aspirantes a convertirse en candidatos independientes deben reunir para poder participar en una elección, la partidocracia mexicana pretende que este requisito sea de por lo menos el 3 por ciento del padrón electoral.

Dicho porcentaje se aprobó ayer en Puebla, en el marco de una nueva reforma al Código electoral del estado para regular las candidaturas independientes. Y en otras entidades, que ya también ajustaron su legislación electoral a las reformas constitucionales, el porcentaje aprobado es similar.

¿Qué tanto representa el 3 por ciento?

A nivel nacional este porcentaje equivaldría, considerando un padrón de más o menos 80 millones de votantes, a 2 millones 400 mil electores.

La cifra no es nada despreciable, sobre todo a la luz de los resultados de la última elección presidencial de 2012, pues supera las votaciones que, por separado, obtuvieron partidos como el Verde Ecologista, del Trabajo, Movimiento Ciudadano y Nueva Alianza.

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Ese porcentaje representa más del doble de los sufragios que Nueva Alianza pudo cosechar en 2012 con Gabriel Quadri, y 2.5 veces las votaciones del PVEM y de MC, y eso que ambos postularon, bajo la fórmula de la coalición con otros partidos, a Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, respectivamente.

Condicionar el registro de un candidato independiente a cumplir con una cuota mínima del 3 por ciento de firmas del padrón electoral, más que un requisito de participación y elegibilidad, parece un candado legal contras las candidaturas independientes.

Veamos ahora el panorama en Puebla.

Si algún ciudadano quisiera participar en las elecciones para gobernador del estado de 2016, sin la intervención y respaldo de un partido político, requeriría —en números redondos— de la adhesión de cuando menos 127 mil 500 ciudadanos con su nombre, domicilio, clave de elector y firma autógrafa, considerando que la entidad tiene un padrón de 4 millones 250 mil electores.

Tal cantidad equivale a la mitad de los votos captados por José Antonio Gali Fayad en el municipio de Puebla durante las elecciones de julio de 2013. Su candidatura, vale la pena recordarlo, fue apoyada por el PAN, el PRD, Nueva Alianza y Compromiso por Puebla, bajo las siglas de la Coalición Puebla Unida, así como por Movimiento Ciudadano y el partido estatal Pacto Social de Integración bajo la figura de candidatura común.

O, si se prefiere el comparativo, a más de una octava parte de la votación obtenida por el hoy gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, en 2010, cuando le ganó las elecciones a Javier López Zavala, al computar más de 1 millón 111 mil sufragios.

¿Qué ciudadano que quiera registrarse como candidato independiente a la gubernatura de Puebla en 2016 o 2018 puede ser capaz de reunir más de 127 mil 500 firmas en menos de un mes, con todos los requisitos y formalidades legales, pero además sin recursos públicos, y sin chance de promocionarse en medios de comunicación?

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¿Cómo a un candidato independiente se le pueden exigir 127 mil 500 firmas de ciudadanos, y a un partido estatal menos de 5 mil afiliados?

Tal cifra representa la mitad de los militantes del PAN en todo el país con derecho a voto en las elecciones internas de este partido del domingo 18 de mayo, o 9.4 veces el padrón de este partido en Puebla.

Con esos candados legales las candidaturas independientes no tienen ningún futuro, con todo y que en el ámbito nacional y local se presuma que éstas representan un avance democrático a favor de la participación ciudadana.

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